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Moira Nardi Psicoanalista

Lic. Moira Nardi - Psicoanalista

Matrícula Profesional #54058

Licenciada en Psicología, egresada de la Facultad de Psicología, UBA, Argentina. Bachelor de Artes en Inglés en CalState Los Angeles, USA. Maestría en Letras Hispanoamericanas egresada de la Universidad de California Los Ángeles, UCLA, USA. Doctorando en Letras en la Universidad de California Los Angeles, UCLA, USA. Experiencia nacional e internacional en la práctica de psicoanálisis.

"Solemos explorar la vida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante. Si estás dispuesto a que gane el quiero la guerra del puedo, intenta otra escucha, una que hacia allí te lleve"

Análisis

Freud
Lacan
El dispositivo analítico es un artificio que posee reglas y métodos propios. A través de la palabra se busca nombrar el sufrimiento o articular un enigma, poniendo fin a ese sufrimiento "de más", al decir de Freud: transformar la miseria neurótica en sufrimiento común. Se trata de recuperar el valor de la palabra como herramienta que permita escribir otra historia individual. El psicoanálisis no es una experiencia mística o religiosa. Es un método que despliega una secuencia que comienza por la transferencia, se articula con el síntoma y finaliza en el fantasma que lo produce. J. A. Miller agrega, "en un mundo donde cada uno puede sentir que es de aquí en más desechable, el encuentro con el psicoanalista sigue siendo un claro en el bosque, un enclave intimo, podemos incluso decir un oasis espiritual. Alguien que lo recibe en tanto que usted es un ser aparte, una excepción que vale por sí misma, no cualquiera, no un número, no un ejemplar de su clase sectaria o de su clase social" (Columna del Diario Le Point).
El análisis intentará re-inventar un lugar en el mundo que nos desvíe de los caminos recorridos, los mismos que en numerosas ocasiones nos han conducido a tropezar con la misma piedra. Y si bien es cierto que se suele explorar la vida mirando hacia atrás, la misma ha de ser vivida mirando hacia adelante.
El método analítico involucra técnicas específicas como: interpretación, asociación libre, análisis transferencial e interpretación de sueños. El analista busca permanecer neutral. Es importante mencionar esto ya que muchas personas preguntan cuál es la diferencia con la Terapia Cognitiva Conductual. Principalmente, en la TCC, hay una participación guiada por parte del terapeuta que puede incluir programar actividades, pedir a los pacientes que lleven un diario, exposición a situaciones que desatan el miedo cuando hay una fobia particular, juego de roles y un terapeuta que guía al paciente a reconsiderar pensamientos y creencias. Un psicoanalista no utilizará estas técnicas porque considera que las mismas pueden obstruir las causas que inclinan a cada persona a elegir caminos autodestructivos o acciones que se repiten una y otra vez que no han respondido a la voluntad de la persona de suprimirlas. Asimismo, un analista se preocupará por no imponer ciertas normas o patrones que no son propias del paciente, normas adaptativas o culturales o sugestiones que inclinen la conducta y que no respondan al deseo del paciente.
Los motivos pueden ser diversos y sin lugar a dudas, únicos a cada sujeto, por eso no es efectivo utilizar recetas universales como parte del dispositivo analítico. No todas las personas responden de igual manera frente a situaciones o desafíos que la vida les presenta. Cada uno reconoce un momento propio, personal y único que le indica que necesita de una escucha diferente. A veces se trata de un malestar, de una sensación de angustia más o menos difusa. Otras veces de un gran dolor, una enorme desesperación. En otras oportunidades se reconoce un sufrimiento vinculado con algún síntoma o una dificultad, como un trastorno del sueño, de la alimentación, miedos, ansiedad, depresión, ataques de pánico, fobias, disfunciones sexuales, adicciones variadas. Es oportuno consultar cuando estamos angustiados, cuando no podemos resolver situaciones conflictivas de familia, de pareja o laborales. Asimismo, cuando nuestras estrategias ya no resultan efectivas. Por lo general, no se comprende cómo es posible que suceda lo que efectivamente está pasando o surge la pregunta de cómo se llegó a esa situación extrema que sin lugar a dudas, acarrea sufrimiento o malestar. Es entonces cuando el compromiso ético profesional abre un espacio que busca resolver tanto los problemas singulares como aquellos otros propios de la época en la que estamos inmersos. Es necesario aclarar sin embargo, que no todas las consultas devienen en un comienzo de análisis.
La elección de un analista es acertada cuando en el inicio de la relación no hacen obstáculo grandes diferencias de estilos existenciales, generadoras de tensiones transferenciales. A modo de ejemplo, una persona silenciosa y con ciertas inhibiciones expresivas, se encuentra con un analista poco activo, por lo que la apatía y el aburrimiento invadirán la escena transferencial. O por el contrario, un analista locuaz y activo no facilitará en determinados pacientes el silencio reflexivo que estos requieren para la elaboración de sus conflictivas.
La importancia de la elección radica en que el destino de un análisis depende en gran medida del adecuado encuentro inicial de dos sujetos en transferencia, por lo que se hace necesario que ambos participantes del proceso de la cura se elijan mutuamente con el fin de descifrar el enigma de los síntomas y del padecer del sujeto. A veces prima la orientación o preferencia teórica del analista como guía en el proceso de selección, pero es importante que la teoría no opere como impedimento o resistencia que conlleve a un simulacro de análisis. La fidelidad entonces, no es a la verdad que revela el deseo inconsciente, sino al maestro a cuya teoría se adhiere o se imita. Esto no significa que se deba ignorar un orden de preferencias en la elección de un analista, sea su marco teórico, género, edad, experiencia, etc. Lo deseable es conformar una pareja terapéutica marcada por el buen encuentro transferencial, donde un analista elige con libertad a su paciente, sin motivaciones encubiertas, o el mero interés comercial. La elección de tal o cual paciente por parte del analista, debe estar orientada por la posibilidad de analizar en condiciones que no le produzcan un malestar generalmente motivado por cuestionamientos ideológicos, morales, o aún conceptuales que vulneren sus valores éticos más esenciales y sus convicciones teóricas más profundas. ¿Cómo saber antes de este encuentro privado que será un buen encuentro, un acontecimiento? El dispositivo analítico debe producir las mejores condiciones para el despliegue de la transferencia, evitando el sacrificio que exigen los encuadres terapéuticos demasiado rígidos cuando los mismos claramente incrementan inútilmente las resistencias a la cura. A menudo, y desde la perspectiva de los pacientes, suele suceder que los integrantes de algunas minorías sexuales, étnicas o religiosas busquen analistas que compartan sus valores, dado que imaginan que así se verá facilitada la relación terapéutica. Sin embargo, a menudo los códigos e idiosincrasias compartidas suelen conformar zonas no abordables en dichos análisis, lo que deriva en la insistencia de núcleos sintomáticos irreductibles a toda elaboración, sumado a ello sin lugar a dudas, el refuerzo añadido por la legitimación del analista. El espacio de análisis es el único lugar avalado por el contrato social no religioso en donde se puede hablar de las heridas, personales y donde se intenta explorar nuevas posibilidades. Elegir un analista es designar a un otro con quién se va a escribir una nueva historia de vida.

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